lunes, 11 de enero de 2010

Los años más productivos y ser un Nobel

En la comunidad científica es una suposición bastante difundida que la etapa más prolífica y creativa de un investigador, la que verá nacer sus trabajos más trascendentes, ocurrirá entre sus 20 y 30 años. En ese período de su vida el científico de profesión concluirá sus estudios de grado, podrá extender su formación con maestrías o doctorados, y bajo apropiada dirección podrá realizar las primeras investigaciones que sentarán las bases sobre las que se desarrollará su carrera futura. Ciertamente se trata de una etapa de mucha actividad, de poca distracción; de mentes revolucionadas, ansiosas, ávidas de conocimiento y generación, poco contaminadas; de ideas novedosas y ganas de defenderlas. Virtudes que contribuirán para que el investigador aporte su mejor material a la causa del conocimiento.

En el abstract del artículo Age and the Nobel Prize revisited, publicado en 1993 en Scientometrics, se sugiere que no se necesita ser demasiado joven para realizar investigaciones merecedoras de un Nobel en Ciencia, aunque las probabilidades de obtenerlo disminuyen en forma evidente para personas de mediana edad (supongamos, unos 40 años) y drásticamente luego de los 50, en particular en Química y Física. Así, la evidencia parece indicar que aunque exigiendo cierta permisividad en sus límites etarios, no es erróneo pensar que el científico esterotipado con prominente calvicie y extensa barba blanca verá de lejos sus mejores años.

Sometidos desde siempre a los vaivenes económicos y políticos de su país, podría suponerse que en la Argentina los científicos jóvenes han lidiado con complicaciones adicionales para involucrarse inicialmente en el mercado laboral. Como en otros ámbitos, son muchos los graduados que han debido buscar ingresos en empleos temporales no deseados. Se suman a las razones de la postergación en su desarrollo profesional las carreras de grado innecesariamente más extensas, las estadías formativas en el exterior indispensables o la extensión de la duración de becas doctorales por baja disponibilidad de vacantes en la carrera de Investigador. No sería descabellado imaginar que este panorama repercute negativamente sobre la labor de los investigadores argentinos durante sus primeros años productivos, justo cuando se esperaría de ellos sus mejores resultados.

Veamos a los Premios Nobel en Ciencia que ha tenido Argentina:
  • Bernardo Alberto Houssay (1887-1971). Premio Nobel en Fisiología y Medicina en 1947 (60 años) por sus investigaciones sobre el rol de las hormonas pituitarias en la regulación del azúcar en sangre, principalmente durante la década de 1930, que empieza a transitar con 43 años.
  • Luis Federico Leloir (1906-1987). Premio Nobel de Química en 1971 (64 años) por sus descubrimientos respecto de las vías metabólicas de lactosa publicados desde 1948, cuando tenía 42 años.
  • César Milstein (1927-2002). Premio Nobel en Fisiología y Medicina en 1984 (57 años) por la obtención de hibridomas, células híbridas productoras de anticuerpos monoclonales, en 1975, a los 48 años.
La edad promedio de los galardonados en Fisiología y Medicina es 56 años y 5 meses. Milstein tenía casi esa edad al ganar el Nobel, mientras que Houssay la superaba por más de tres años. En Química, con 56 años y 10 meses de promedio, encontramos a un Leloir que recibe el premio siendo bastante mayor a lo esperado. Houssay y Leloir tuvieron formación y trabajo principalmente en la Argentina, mientras que Milstein es reconocido a veces como un científico anglo-argentino. Es mérito extra de Houssay y de Leloir haber alcanzado tamaña distinción desde un país con fuerte tradición científica pero fuera de los centros de poder. Tal vez no sea coincidencia y se deba a esa misma condición de extraños en Estocolmo que hayan esperado más de lo común para ser galardonados.

De igual forma sorprende ver que los trabajos que les valen sus Nobel llegan tras superar los 40 años de edad, cuando muchos abandonan las motivaciones rebeldes de su juventud y se sientan a dirigir y planificar por los demás. Pese a vivir bajo distintos contextos sociales y familiares, ninguno de los tres tuvo un desarrollo profesional particularmente fácil. Houssay fue expulsado de la Universidad de Buenos Aires por oponerse abiertamente al régimen nazi. Leloir debió lidiar constantemente contra la falta de fondos para mantener el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de la Fundación Campomar del que era Director. Milstein debió renunciar a su cargo de Jefe del Departamento de Biología Molecular del Instituto Malbrán al exiliarse en Inglaterra tras el golpe militar de 1962. El mérito real será entonces no haber claudicado en sus convicciones y haber trabajado duro. Ninguno habrá buscado el Nobel como objetivo, pero con seguridad buscarían servir a la humanidad como finalmente lo hicieran y les fuera reconocido.

Parece que es cierto, que deben aprovecharse los años de lucidez e ímpetu porque de ellos salen cosas buenas. Sin embargo, al menos en nuestro país, parece tan importante ser capaz como ser persistente, y dedicado, y comprometido con uno mismo. Para ser viejo y sabio, primero hay que ser joven y curioso. Cuándo se termina la juventud, depende de cada uno.


Age and the Nobel Prize revisited. http://www.springerlink.com/content/ux40021h02763477/
Houssay en Wikipedia. http://en.wikipedia.org/wiki/Bernardo_Houssay
Milstein en Wikipedia. http://en.wikipedia.org/wiki/César_Milstein
Leloir en Wikipedia. http://en.wikipedia.org/wiki/Luis_Federico_Leloir
Lista de Premios Nobel en Fisiología o Medicina según su edad, en Wikipedia http://en.wikipedia.org/wiki/List_of_Nobel_laureates_in_Physiology_or_Medicine_by_age
Lista de Premios Nobel en Química según su edad, en Wikipedia. http://en.wikipedia.org/wiki/List_of_Nobel_laureates_in_Chemistry_by_age

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